Cuando se va nuestra mascota...
Cuando se va nuestra mascota…
A una de mis perritas la vi nacer, la cargué entre mis brazos con una cobija cuando tenía apenas un mes, pasaron 17 años, y de la misma forma la vi morir, en una cobijita entre mis manos, lamió mis dedos, suspiró, y no volvió a despertar.
El duelo por una mascota
De pequeños nos enseñan, sobre todo en Occidente, a desensibilizarnos por otras especies que habitan el planeta. Mientras los indios de Brasil o Venezuela, lloran a cualquier animal que muere, nosotros nos hemos acostumbrado a su partida, con la típica expresión “No llores te compro otro”, frase que encierra un profundo desprecio por la vida, y la fiel creencia que tiene el ser humano de que a todo le puede poner precio.
Realmente esta expresión, o la acción de comprar otra mascota no resuelve el duelo, más bien corta los procesos naturales para su superación, y puede dejar abiertos, sobre todo en los niños, profundos procesos psicológicos que salen a la luz años después.
Realmente no existe ninguna diferencia entre el duelo por la partida de un ser humano, con el que se siente por una mascota, podríamos decir que, a veces, es normal que el segundo sea hasta más intenso.
La razón, es que cuando muere un ser humano, normalmente hemos vivido con él, le conocemos, sabemos que, de una u otra forma, sostuvo una lucha para mantenerse vivo, pero la muerte le ganó. Pero en el caso de la mascota, es un ser inocente, frágil, con el cual nunca pudimos sostener una comunicación en el mismo lenguaje, por ende el amor es más sutil, emotivo; y el dolor también.
Cuando muere una mascota se pueden experimentar una variedad de sentimientos, que pueden evidenciarse en comportamientos y conductas.
Hay personas que les da por comer en exceso, otras por no comer, algunas se ponen a llorar cuando ven la cama de su mascota, algunas se encierran en video juegos o películas.
Mientras ninguna de estas reacciones generen adicción a algún tipo de sustancia, su tránsito es normal, y durará el tiempo que sea necesario, a veces horas, y en otras, años.
Dependiendo de la relación que se tuviera con la mascota, el duelo se puede experimentar en diferentes intensidades. Muchos psicólogos aseguran que el duelo tiene etapas, pero realmente se está empezando a estudiar que son como especie de oleadas de intensidad por el duelo y no precisamente de un proceso.
Si la muerte de la mascota fue súbita, o por negligencia de sus amos, entonces el duelo será mayor, acompañado de la sensación de culpa.
Lo que si sucede con el duelo por mascotas, es que la persona tarda más en sanar y atropella sus sentimientos, porque “se ve raro hablar de la tristeza porque se murió una mascota”.
La presión social nos obliga a esconder los sentimientos que tenemos por la pérdida de nuestro compañero o compañera, ya que llorar por la muerte de un animal es visto como ridículo.
Es más que sabido que una herramienta para superar el duelo es hablar de lo que se siente, decir a otros lo que se está viviendo y experimentando, pero en el caso de la muerte de una mascota, esto no sucede.
Hacer frente al dolor
Si puedes hablar, es lo mejor, a veces no queremos hablar de la pérdida de una persona o una mascota, y eso está bien, pero debemos siempre tener una forma de sobreponernos al dolor.
A veces aislarse y pensar ayuda, otras veces dormir, o ponerse a hacer oficio en la casa nos libera del pensamiento que puede hacer ir y venir al dolor, todas son alternativas válidas, mientras estemos haciendo frente a nuestra tristeza.
La ira y la impotencia forman parte de las emociones que se pueden evidenciar en un proceso de duelo, ante ellas no podemos hacer nada más que dejarlas salir, siempre tratando de mantener el control sobre nosotros mismos.
Lo que no está bien, y se puede presentar en el caso de la muerte de una mascota, es que tendamos a asumir actividades autodestructivas, como cortarse las manos o el cuerpo o drogarse, para escapar a la realidad que nos acerca al dolor, realmente este escape es apenas temporal, al regresar volvemos a estar en frente de nuestro dolor, aumentado por la actividad autodestructiva.
Este tipo de decisiones aumentan el tiempo de duelo y enmascaran los sentimientos, aislándolos de toda posibilidad de sanar.
Si alguna de estas descripciones las sientes ante el duelo de tu mascota o de una persona, debes hablar con un terapeuta para que te oriente, y canalicen juntos tus sentimientos.
Hablar de este tipo de emociones en terapias psiquiátricas y psicológicas son totalmente normales, les sorprendería la cantidad de citas particulares que abordan duelos con extensiones de hasta 10 y 15 años, por pérdida de una mascota.
Ese es el resultado de resolver todo con nuestros hijos, diciéndoles “tranquilo, te compro otra mascota.”
Vivir todo el proceso
Una recomendación que siempre doy, es vivir todo el proceso de muerte de tu mascota, y evidenciar lo que estás sintiendo.
No permitas que te arrebaten el derecho a llorar a tu mascota, es bueno que la acompañes, la cargues y la entierres de la forma en que tu desees hacerlo.
El ritual de despedida, que hemos decidido llamar entierro, pero que puede consistir en lo que tu desees, es un proceso que ayuda a cerrar emociones, sentimientos y procesos abiertos, relacionados contigo y tu mascota.